domingo, 13 de diciembre de 2015

El show estaba por comenzar, la multitud gritaba impaciente al unisonó. El quinto evento de la gira. La exhibición contaba con obras de teatro cortas, danza y proyectos didácticos, pero según los testimonios, asistían solo por el personaje de Fred.           
Dentro del colorido y perfumado camerino, Fred yacía en un rincón algo solitario pero con la lejana compañía del maquillaje de artistas complementarios. No sabía si ponerse contento porque habían llegado al quinto evento, debía admitir que en ocasiones el público le resultaba exasperante, pero debía estar ahí, aunque no se movería a ninguna parte, rió en su mente observando sus delicadas piernas de madera. Después de todo estaba orgulloso, era más guapo en comparación a sus compañeros hechos de caoba.

Llegó el momento.

Terminó la presentación de bailarines y anunciaron con euforia la llegada de Fred. El maestro, como le gustaba llamarlo, tomó a Fred con cuidado y metió su mano dentro de él, era el momento de hacer magia, pensó con ligera ternura. Siempre le resultaba demasiado extraño que el maestro hiciera todo el trabajo, se encargaba de moverlo, de crearle voz, de pausarlo, de guardarlo, con cada espectáculo crecía esa singular incomodidad, había ocasiones en las cuales se entristecía porque el maestro decía oraciones que nunca pertenecerían a sus propias emociones, incluso temía que distorsionara eso que era en su interior. No podía quejarse tanto, recibía muchos aplausos.

La fama y el éxito tuvieron una forma solida, al tal grado de ser los más codiciados en eventos de cultura. Esta vez llegaron a un sitio con carácter prohibido, tomaron así el peligroso riesgo de complacer a estos espectadores. El maestro, envuelto en fama y riqueza, ofrecía menos empeño a sus guiones, soltaba cualquier pretexto para generar más dinero. Fred se mostró airado en más de una ocasión, en una de esas veces les cancelarían sus giras y lamentablemente se convertiría en un amenazador olvido.             En medio de la actuación del pequeño y curioso Fred, un niño del público le lanzó su zapato al maestro, gritándole que apestaba el personaje. ¿En que se había convertido Fred? No terminó con el zapato, siguieron envases de comida, sombreros, y a más de uno le vino por la mente arrojar una silla. El maestro enfureció, soltó a Fred sin importarle si sufría daño y se marchó. Las luces dejaron de existir. Inmóvil, notó que una capa de polvo se hacía más gruesa. El tiempo no sucedía para Fred, deseó poder llorar, poder gritar, poder levantarse o al menos tener un poco de luz, no importaba si había cosas vivas, quería dejar de mirar solo oscuridad.




- ¡A desayunar!.- gritó su mamá con tono alegre.

Fred debía recordarse que tenía piernas reales, fue en lo primero que fijó su mirada al despertar. Tomó sus lentes, se vistió y bajo al comedor. Su papá le dedicó un sincero buenos días, después su hermana lo saludo con una protesta habitual. Su mamá sirvió el desayuno. Hablaron de asuntos triviales antes de que cada uno respondiera a su rutina. Mientras trabajaba con el tenedor mecánicamente, le embargó un pensamiento bastante amargo. Observó a detalle a su padre, lleno de negocios, deudas, transacciones, bancos, números, siendo un esclavo de un enorme monopolio. Siguió su madre, sumergida en problemas cotidianos, enjaulada en estándares laborares, siendo títere de pantallas con representaciones de dramas intrascendentes. Terminó con su hermana, bella y cálida, sufriendo por boberías de pubertos, convirtiéndose en sumisa de emociones fantasma. Combinó rápidamente esos argumentos, pero también pensó que a pesar de ello son felices, sonríen cada día. Llegó a una aproximada conclusión y lo meditó por un tiempo prolongado.

" Las personas necesitan ser controladas para ser felices"

¿Quién rayos era el maestro y porque jamás pudo estudiar su rostro? Recordó esos shows que valían la fila para la compra del boleto, aunque simplemente nunca fue el mismo. Todos esos aplausos, no eran dirigidos a Fred sino al maestro. El maestro lo abandonó, después de declarar que era su favorito. Tuvó otros poseedores. El ciclo se repitió, no cambiaba el sistema en el que estaba hundido.

Fred trató de alejar esos pensamientos. Volvió a ver sus delicadas piernas de madera y se obligo a sonreír, aunque le era imposible, pues sus labios estaban finamente tallados y pintados. Descansaba en un lugar acogedor, se preguntó cómo sería el espectáculo de esta noche. Quizás nunca encontraría la respuesta de porque era un muñeco de madera, un muñeco fácil de manipular.

¿Qué podía hacer él? 


Fred ahora tendrá que dar un gran show, es el quinto evento, tendrá que atraparlos.